domingo, 8 de mayo de 2011

Lugar común

Hace meses una encuesta confirmó, que de todo el país, quienes se sienten más contentos con su ciudad son los paisas. Un amigo me contó eso y no dudó en sacar pecho y llenar su rostro de orgullo. Poco me interesó, al fin y al cabo, una excusa más para alimentar nuestro ego regionalista. Puede que para muchos pace por “apátrida” dado mi desencanto, pero en realidad tal noticia no hiso mella en mí.

Es cierto que Medellín tiene detalles que la hacen bella e inconfundible, aunque me atrevo a decir, que aquel que verdaderamente ama su ciudad reconoce lo bueno y lo malo de ella. Nos causa regocijo ver las montañas, que desde el inicio de sus honorables e infames días, la han acompañado. Nos enaltecen las grandes gestas que han trazado cada una de sus calles, la amabilidad y belleza de sus gentes. Pero también nos causa zozobra la violencia que impone su ley a toda costa. Ese regionalismo precisamente es el que nos impide mirar esa otra cara que refleja el espejo que a diario empañamos.


Fotografia de Felipe Sánchez Hincapié

Hay que admitirlo, de aquel glorioso pasado solo queda un recuento anacrónico y por creer que no hay algo más allá de estas montañas, nos hemos perdido de otras experiencias. Colombia es una sola, a pesar de su diversidad de costumbres y paisajes. Las mismas grandezas y preocupaciones nos acompañan y eso lo podemos ver en cada rincón de Medellín. Aquí hay espacio para la calma y el caos, como lo puede haber en cualquier lugar de nuestro país.

Así como nos enorgullece el Coltejer, con su blancura y rectitud, el metro, las catedrales, los cafés, la réplica de un pueblo paisa sobre un cerro, los voluptuosos cuerpos de mujeres, como si esta tierra fuera la única bendecida con los dones de la belleza, nuestra comida y entonado acento ¿Por qué no reconocemos nuestro fanatismo a la hora de criticar aquello que se sale del camino que forzosamente hemos trazado?

Medellín a solas contigo, poema de Gonzalo Arango, puede ser una descripción de nuestras glorias y fracasos. Tal vez un simple poema no tenga para algunos la contundencia del escudo de un equipo de futbol o una imagen religiosa; pero trasciende en el tiempo porque es una descripción sutil y un despertar de nuestros sentidos.


Gonzalo Arango (Imagen tomada de:http://www.semana.com/gente/profeta-nada/97158-3.aspx)

Bastaría con leerlo para dejamos llevar por los edificios y el sol quemando sus ventanas, la algarabía y ese bello sonido que se hierve a cada hora, los pétalos de un guayacán, las ramas y hojas secas que cubren cualquier esquina. Simplemente sintamos el encanto de cada una de sus palabras y acudamos a él, cuando estemos en la distancia, para evocar esta ciudad. Aunque no cometamos el error de exaltarnos y hacer de Medellín a solas contigo el “mejor poema” porque otra vez volveríamos a caer en ese lugar común que nos impediría leer otros poemas: el regionalismo.

Felipe Sánchez Hincapié

No hay comentarios:

Publicar un comentario