miércoles, 13 de abril de 2011

Una fecha más en el calendario


Ilustraciòn de Felipe Sànchez Hincapiè

Mi mamá puede decir que tiene una colección de calendarios. Pero el preferido de ella es el calendario católico. Yo no soy un coleccionista de ellos, porque a veces quisiera olvidarme del paso del tiempo; un invento del hombre para mantener y justificar su existencia. Los calendarios pueden que sean útiles, más aun cuando no tenemos consciencia del momento en el que estamos. Sirven también para recordarnos fechas especiales, citas que se habían planeado con anterioridad o confirmar el nombre de ese preciso día en el que nos preguntamos sobre el transcurso de la semana.

Pero como muchos productos un calendario también tiene fecha de expiración. Cada 31 de diciembre hay que pensar en uno nuevo, que seguramente colgaremos en una pared de nuestra casa, o siendo más prácticos, llevar uno pequeño en la billetera para solucionar cualquier percance con el tiempo. Pero ¿A qué viene esta reflexión sobre los calendarios? Quería analizar cómo le hemos dado a la memoria, incluso al olvido, una categoría netamente funcionalista. Como seres humanos recordamos y olvidamos muchos sucesos, porque como dice Marc Augè: “La memoria y el olvido guardan en cierto modo la misma relación que la vida y la muerte”. La una complementa a la otra. Un calendario en este caso puede ponernos en esa balanza, donde muchas veces indicamos u omitimos muchos sucesos.

Pero más allá de una fecha hay que tener en cuenta sus consecuencias. Para nuestra historia como nación hay una en especial, que hasta el día de hoy sentimos sus secuelas. El 9 de abril de 1948 murió asesinado en Bogotá Jorge Eliecer Gaitán. De inmediato el país estalló en una revuelta que dejaría como saldo, no solo los saqueos a los almacenes más lujosos de la capital o destrozos a sedes gubernamentales, sino también un país dividido que se desangraría por cuenta del absurdo. Del bogotazo pasamos a una ola de violencia que desplazó campesinos, masacró poblados y condenó a nuestro país al sectarismo. De liberales a conservadores, que se perseguían mutuamente, pasamos a otros actores: guerrilla y Estado, guerrilla y paramilitares, y a este panorama aparecerían los narcotraficantes, y por ende se seguiría trazando un circulo vicioso del que no hemos podido salir.

Pero es quizás el exceso de olvido, y quizás de memoria, el que ha relegado esto a una fecha más en el calendario. Solamente nos valemos de él, o de una escultura, un dato preciso en un libro de historia, una anécdota y hasta un billete de mil pesos, para mantenerlo vigente. Por cuenta del 9 de abril es que todavía no se han resuelto muchos de nuestros problemas, porque mas allá de remembrar una fecha, no analizamos hasta donde hemos llegado como colombianos. Esta guerra, y me atrevo a decirlo, sigue cobrando vidas y destruyendo nuestro país porque no abandonamos un arma peor que los fusiles AK-47, las pistolas 38 mm o los tanques de guerra: la indiferencia. No voy a satanizar los calendarios, ni muchos menos quienes los utilizan, yo también acudo a ellos. Pero si sería necesario verlos con otros ojos. Puede que no pase nada inmediatamente, pero con el solo hecho de ser conscientes de las secuelas de un día como ese, podremos darnos cuenta de que nuestra convulsa historia no es solo una fecha más en el calendario.

Felipe Sánchez Hincapié

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