Los intentos del partido liberal por crear una junta de emergencia, encabezada por Darío Echandia y Carlos Lleras Restrepo, así como los del presidente conservador Mariano Ospina Pérez, a quien se le pedía una explicación por lo sucedido, no fueron suficientes para dar un parte de tranquilidad. Las calles de Bogotá y otras ciudades del país ardían entre el saqueo y la rabia. La IX conferencia panamericana, que celebraba su asamblea ese mismo día en la capital colombiana, pasó a un segundo plano. La atención estaba puesta en el Bogotazo, como se le denominó a la revuelta.

Hernando Téllez, (Bogotá 1908-1967) registró magistralmente en su crónica El 9 de abril de 1948, publicada en la revista Semana el 24 de abril de ese mismo año, los sucesos previos y posteriores al asesinato de Gaitán, describiendo a cada uno de los personajes, desde el líder liberal hasta su asesino Roa Sierra, la tensión dentro del gobierno y el partido liberal en su afán por controlar una situación que parecía salirse de sus manos y los testimonios de las personas que vivieron de cerca tan fatídico día.
“El tránsito de una forma de existencia a la forma contraria y hostil estaba operando, desde la calles, en medio de la sangre y del fuego, y a una velocidad incalculable.” Así describe Téllez como el nueve de abril cambió nuestro rumbo como nación. El humo provocado por los incendios y saqueos se expandió por todos los rincones de nuestra intrincada geografía. El país se vio sumido en una confrontación desmedida entre conservadores y liberales. Los unos enfilaban banderas y señalamientos contra los otros, poblaciones enteras fueron sometidas al extermino y el desarraigo.

La crónica escrita por Téllez es un testimonio fehaciente de lo que pasó aquel nueve de abril. También abre una nueva etapa en la crónica colombiana, la cual se nutre más del periodismo. Pero no solo la descripción precisa de Téllez nos sirve para conocer tal acontecimiento. Basta con ver además las historias de las víctimas del periodo conocido como la violencia, posterior al asesinato de Gaitán, que sumió a Colombia en una confrontación absurda y dantesca. De igual forma las obras literarias y artísticas plantean una reflexión sobre cómo nos enceguecimos, llevados por el fanatismo.
Alejandro Obregón pintó en 1962 la que es considerada su obra maestra. Violencia, titulada así, retrata a una mujer muerta y embarazada, con visibles heridas en su vientre y rostro. Su cuerpo se mimetiza en un fondo sombrío. Con pinceladas simples, pero llenas de fuerza, el maestro Obregón plasmó esas heridas que hicieron sangrar cada uno de los rincones de este país, heridas, que por cuenta del olvido o la indiferencia, siguen sin sanar.

"Violencia. Obra insigne del maestro Alejandro Obregón que representa el drama de la violencia en Colombia. (Imagen tomado de: http://www.ciudadviva.gov.co/enero07/)
Felipe Sánchez Hincapié
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