sábado, 30 de abril de 2011

Ernesto Sábato (1911 – 2011) In Memoriam


(Imagen tomada de: http://www.escritores.org/index.php/biografias/162-ernesto-sabato)

Muchas personas han atravesado el umbral de su destino. Es una evocación, pero al mismo tiempo una despedida. Yo, cuando era muy niño, también sentí tal experiencia; por fortuna, o porque el mismo destino así lo quiso, pude aferrarme a la vida y llegar hasta el día de hoy, en el que estoy escribiendo.

Un túnel, camino claroscuro donde vemos a lo lejos una revelación translúcida, pone a prueba nuestra fuerza o nos invita a desprendernos de todo sufrimiento, en aras de encontrar un camino sin tensión alguna. También puede servir de refugio para nuestras palabras, sobre todo cuando son víctimas de la sordera o es esa habitación escondida, con la que soñamos tantas veces, donde miramos como los demás son indiferentes ante nuestra ausencia, pero somos testigos fieles de su caos y redención.

Muchas veces he acudido a él, pendiente de sus revelaciones y buscando su abrigo. Pero hay un solo túnel, a quien le debo tantas cosas y le agradeceré por siempre otras. En 1948 el escritor argentino Ernesto Sábato publica la que sería considerada una de sus obras maestras. Con solo leer sus primeras líneas, ya podemos sentir la descripción perturbadora de cómo Juan Pablo Castel pintó obsesivamente y asesinó el rostro de la única mujer que lo amo, y comprendió, María Iribarne:
- Bastara decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a Maria Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no necesitan mayores explicaciones sobre mi persona. -

Debo admitir que el túnel ha sido el único libro de Sábato que leído hasta el momento y tal vez no tenga la autoridad moral suficiente, como otros que si han leído consumadamente su obra, para hacer este homenaje. Seguramente lo mejor que pueda hacer es guardar silencio y tener la certeza de que las letras mantendrán el recuerdo de un gran escritor, que ya no está entre nosotros. Pero es mí entrada y salida de ese túnel, lo que me motiva a escribir estas palabras.

Cuando cursaba octavo grado mi profesora de español, Alba Lucia Jaramillo; a quien también le agradezco profundamente por haberme puesto en el camino esos grandes relatos y voces inmortalizadas en el papel, tuve en mis manos la confesión delirante de un pintor , que aparte de belleza, plasmaba en sus lienzos una sombra melancólica y aturdida. En cuestión de una semana, mi interior estaba atravesando un túnel, donde me invadía una extraña sensación de querer salir, pero a la vez refugiarme en el.

Mientras lo leía, mi vida se debatía entre la calma y el delirio. 2002 fue un año apacible y caótico. Por eso, después de enterarme del fallecimiento de Sábato, ocurrido en la madrugada de este sábado en la provincia argentina de Buenos Aires, la tristeza acompañó el recuerdo de aquellos días donde quería ser un hombre, pero correr como un niño.

No hay más remedio que seguir leyendo, con el ánimo de escuchar esa voz que nos trastoca. Tampoco podemos parar nuestro camino porque es el testimonio de nuestras glorias y fracasos, ni dejar a la deriva nuestros pasos. La soledad, compañera fiel de este caminar, es la que dibuja nuestras huellas en ese túnel, donde depositamos nuestra existencia como ofrenda al infinito.

El túnel, más que una obra cumbre, es precisamente una ofrenda.

Felipe Sánchez Hincapié

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